El humo del que llenaste mi
vacío
cuando te convertiste en
ausente,
el humo del cigarro que me nubla los sentidos.
Ya no está tu voz y
ardo por dentro.
Pero no como cuando me
llamabas a las tantas de la madrugada
para darme las
buenas noches.
Ardo como arde la ceniza en el
fondo
del cenicero, sabiendo que la
única chispa se apagará;
inevitablemente,
por completo y para siempre.
Aquel día fue
la última calada de ti
que probaron mis pulmones, y ahora es
mi corazón el que sueña con que
lo vuelvas a dejar
sin aliento.
Sangro ausencia y escuece
más que la marca que tus
besos
dejaron en mi
regazo.
Ojalá siguieses conmigo.
Ya no existen risas a las que sonreír,
palabras a las que contestar,
ni miradas en las que perderse.
x
Ha pasado mucho tiempo desde que no te encuentro
y si no te encuentro me pierdo.
Te llevaste mi ánimo, mis ganas,
hasta el aire que contenían mis
pulmones.
Solo has dejado un nudo.
Un nudo en la garganta que me impide
gritar,
aunque quiera, y
llorar,
aunque muera.
Te has ido tú y contigo se ha ido la persona a la que más
amaba,
yo misma.
Ahora no sé quererme, conocerme,
ahora no sé ser
feliz.
Me araño la piel a ver si detrás de alguna cicatriz,
en lo más dentro de mí, queda
algo.
Pero nada.
No hay nada.
Solo queda sangre que no
bombea,
corazón
que no da vida,
entrañas
que no duelen.
Ya ni si quiera sé escribirte, o
escribirme.
Por favor que alguien te encuentre, o
me encuentre.
Al menos que alguien me escuche.