Hoy te he visto,
y describir lo que he sentido sería más inútil que haberte obligado a que te quedases para siempre.
Por favor.
Aunque no podría obligarte,
no por mi,
sino por ti.
Tú y yo no seríamos el perfecto ejemplo del
síndrome de Estocolmo.
Y tú, mi rehén,
te desatarías las sábanas de mi cama
y te irías una mañana por la ventana.
Se quedaría tu olor,
en mis sueños,
en mi almohada,
en mis lágrimas trasnochadoras
y en mis ojeras con insomnio.
Se quedaría tu piel
debajo de mis uñas y entre mis piernas,
rozando mis mejillas y mis cosquillas.
Pero tú no te quedarías,
emigrarías de un sitio a otro para que nunca
te encontrase.
Y yo ya no sé dónde buscarte.
Se pueden publicar historias de otras personas?
ResponderEliminarSí, supongo que sí
ResponderEliminar