martes, 23 de julio de 2019

Humo

El humo del que llenaste mi
vacío
cuando te convertiste en
ausente, 
el humo del cigarro que me nubla los sentidos.

Ya no está tu voz y
ardo por dentro.
Pero no como cuando me
llamabas a las tantas de la madrugada
para darme las 
buenas noches.

Ardo como arde la ceniza en el
fondo
del cenicero, sabiendo que la 
única chispa se apagará;
inevitablemente,
por completo y para siempre.

Aquel día fue
la última calada de ti
que probaron mis pulmones, y ahora es
mi corazón el que sueña con que
lo vuelvas a dejar

sin aliento.

Sangro ausencia y escuece
más que la marca que tus
besos
dejaron en mi 
regazo.
Ojalá siguieses conmigo.

Ya no existen risas a las que sonreír,
palabras a las que contestar,
ni miradas en las que perderse.

x

martes, 12 de marzo de 2019

Nudos

Ha pasado mucho tiempo desde que no te encuentro
y si no te encuentro me pierdo.

Te llevaste mi ánimo, mis ganas,
hasta el aire que contenían mis
pulmones.

Solo has dejado un nudo.

Un nudo en la garganta que me impide
gritar,
aunque quiera, y
llorar,
aunque muera.

Te has ido tú y contigo se ha ido la persona a la que más
amaba,
yo misma.

Ahora no sé quererme, conocerme,
ahora no sé ser
feliz.

Me araño la piel a ver si detrás de alguna cicatriz,
en lo más dentro de mí, queda
algo.
Pero nada.
No hay nada.

Solo queda sangre que no
bombea,
corazón
que no da vida,
entrañas
que no duelen.

Ya ni si quiera sé escribirte, o
escribirme.
Por favor que alguien te encuentre, o
me encuentre.

Al menos que alguien me escuche.

martes, 17 de octubre de 2017

Amor meu

Perdóname si no puedo ser el coral
que se quede petrificado
en el fondo al que yo misma
te he arrastrado.
Donde no llega la luz del Sol.

Soy una niña pequeña aprendiendo a caminar

sin tu mano,
que se recrea en el gateo porque desde aquí tus ojos
me brillan con más amor.

De nuestro incendio

no nacerá más fauna,
las flores
quedarán muertas para hacer de banda sonora a
nuestro recuerdo.
A lo que podríamos haber sido.

Perdóname por ser esa

tormenta
de verano, que llega,
desbordándote
el dolor escondido,
despertándote
el cariño con el que me abrazabas.

Yo solo necesitaba que me arrastrases

contigo, que me elevaras, que me estrellaras, que me rompieras, que me quisieras, que me tirases...
pero que me levantases.
Que me levantases y
me mimases
como solo tú me
mima(ba)s,
me rogaras las heridas y me besaras
el perdón.
Y yo te lo besaría de vuelta encantada.

Quizá no pueda ser un coral

en tu hondo
pero sí la mínima y tímida luz que tus corrientes de agua calmada
enloquezca.

martes, 5 de septiembre de 2017

Obligarte

Hoy te he visto,
y describir lo que he sentido sería más inútil que haberte obligado a que te quedases para siempre.
Por favor.

Aunque no podría obligarte,

no por mi,
sino por ti.
Tú y yo no seríamos el perfecto ejemplo del
síndrome de Estocolmo.
Y tú, mi rehén,
te desatarías las sábanas de mi cama
y te irías una mañana por la ventana.

Se quedaría tu olor,

en mis sueños,
en mi almohada,
en mis lágrimas trasnochadoras
y en mis ojeras con insomnio.

Se quedaría tu piel

debajo de mis uñas y entre mis piernas,
rozando mis mejillas y mis cosquillas.

Pero tú no te quedarías,

emigrarías de un sitio a otro para que nunca
te encontrase.

Y yo ya no sé dónde buscarte.

sábado, 11 de febrero de 2017

Pueblo

Un anciano en la puerta de su hogar
apoyado en el bastón que
cargaba con el peso de
toda una vida.

¿Es que a caso no había mirado las

fachadas de esas casas incontables veces?

Ahora muchas de ellas estaban comidas

de moho, como su alma.
Pero en su mente él reconstruía las calles y los momentos.

En aquella esquina, Diego le había enseñado a montar en bicicleta.

Marcó su primer gol entre las marcas
que dos rocas grandes,
que ya no estaban allí,
habían dejado.
Carla, la primera chica de la que se
enamoró,
lo había besado en el banco de enfrente,
tras un arbusto, para que sus padres no los vieran.
Pensó que sería su único amor, pero por
el mismo banco,
pasaron Mari, Carmencita, la hija de la panadera. Y de todas pensó estar enamorado. Hasta que conoció a su Milagritos.

Miró mas allá del banco,

el árbol que escalaba y que lo hacía sentir
el rey del parque
había crecido, y ahora tenía un grueso tronco y unas raíces que lo anclaban a la tierra, inamovibles.
Unas raíces que a él también le habían crecido,
y que lo habían atado a este lugar eternamente.

Ahora veía su yo adulto,

agarrando la mano de Milagritos.
Observaban la casa a sus espaldas, dónde había sido criado, dónde ambos habían criado a sus hijos
y dónde sus hijos habían criado a sus nietos.

Un niño pasó corriendo delante de él,

mientras otra niña intentaba rozarle la camiseta
para ganar el juego que decidiría
qué sería lo siguiente a lo que jugarían.

Quería a ese pueblo, quería a su gente,

sus calles, sus niños, sus parques,
sus colegios y sus iglesias.
Quería a su río.

Una chica, con sus mismos ojos,

se acercaba a él, sonriente, móvil en mano.

En la pantalla, un mensaje: Estoy harta de este pueblo.


-Hola, abuelo.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Ella

Ahora,
ella lleva 
veneno
en los labios y cuando se 
mueren por besarla
termina también 
envenenada.

Teme

el olvido, 
porque sabe que 
algún día
sus huellas 
se borrarán de la nieve, 
perdiéndose tanto
como ella lo está ahora.

El día que sintió 

su vacío,
fue porque 
se inundó de 
lágrimas.
Desde entonces, 
la sonrisa
se le ha 
roto
y no encuentra
abrazo que se la arregle.

Camina

desorientada
porque no tiene
lugar
al que ir.
Ya que 
el olor de su cuello
era lo que llamaba 
hogar.

Hay días que se siente 

valiente y sueña con 
huir, 
sus cadenas
le recuerdan que
no tiene valor. Entonces,
se promete que
las romperá.

Se esconde del

tiempo
que le
recuerda
que lo está perdiendo.
Intenta jugar con él
y hacerle creer
que es él
el que la pierde.

Ella nunca gana.

martes, 8 de noviembre de 2016

Invierno


Llega el invierno y nosotros temblamos,
pero no precisamente de frío.
Ahora es cuando todo muere
para dar lugar a una nueva vida,
aunque quizá,
no sea mucho mejor que esta.

Las hojas caen,
las flores marchitan,
el Sol se cubre,
las nubes lloran.
Y las aves huyen.

Sigámoslas a ver dónde nos llevan.

Algo en nuestro interior también se apaga.
Permanecemos esperando la primavera
y soportamos el invierno
a punto de pudrirnos.
A veces es tan difícil que no te consuma el frío.

Así que te pido que este invierno,
cuando me veas acurrucada y abrumada,
me mires despacio, porque tengo toda
una vida
para que lo hagas.

Mírame, porque cuando
el frío,
vaya en busca de las golondrinas de nuevo,
yo ya no seré la misma.

Recuérdame en todas mis etapas.
Recuérdame en primavera,
recuérdame en verano,
recuérdame en otoño,
y recuérdame en invierno.

Sobre todo en invierno,
que no serán las hojas
las únicas que caigan.
Que no serán las flores
las únicas que marchiten.
Que no será el Sol
el único que se cubra.
Que no serán las nubes
las únicas que lloren.
Y que no serán los pájaros,
no serán los pájaros,
los únicos que huyan.