Ahora,
ella lleva
veneno
en los labios y cuando se
mueren por besarla
termina también
envenenada.
Teme
el olvido,
porque sabe que
algún día
sus huellas
se borrarán de la nieve,
perdiéndose tanto
como ella lo está ahora.
El día que sintió
su vacío,
fue porque
se inundó de
lágrimas.
Desde entonces,
la sonrisa
se le ha
roto
y no encuentra
abrazo que se la arregle.
Camina
desorientada
porque no tiene
lugar
al que ir.
Ya que
el olor de su cuello
era lo que llamaba
hogar.
Hay días que se siente
valiente y sueña con
huir,
sus cadenas
le recuerdan que
no tiene valor. Entonces,
se promete que
las romperá.
Se esconde del
tiempo
que le
recuerda
que lo está perdiendo.
Intenta jugar con él
y hacerle creer
que es él
el que la pierde.
Ella nunca gana.
En busca de mis pasiones descubrí el dibujo, la fotografía, y la escritura. No soy demasiado buena en ninguna de ellas, diré que a vuestro pesar elegí la escritura. Y voilà. Blog para el recuerdo o quizá para el olvido. Para el olvido mejor, como otras tantas cosas.
domingo, 18 de diciembre de 2016
martes, 8 de noviembre de 2016
Invierno
Llega el invierno y nosotros temblamos,
pero no precisamente de frío.
Ahora es cuando todo muere
para dar lugar a una nueva vida,
aunque quizá,
no sea mucho mejor que esta.
Las hojas caen,
las flores marchitan,
el Sol se cubre,
las nubes lloran.
Y las aves huyen.
Sigámoslas a ver dónde nos llevan.
Algo en nuestro interior también se
apaga.
Permanecemos esperando la primavera
y soportamos el invierno
a punto de pudrirnos.
A veces es tan difícil que no te
consuma el frío.
Así que te pido que este invierno,
cuando me veas acurrucada y abrumada,
me mires despacio, porque tengo toda
una vida
para que lo hagas.
Mírame, porque cuando
el frío,
vaya en busca de las golondrinas de
nuevo,
yo ya no seré la misma.
Recuérdame en todas mis etapas.
Recuérdame en primavera,
recuérdame en verano,
recuérdame en otoño,
y recuérdame en invierno.
Sobre todo en invierno,
que no serán las hojas
las únicas que caigan.
Que no serán las flores
las únicas que marchiten.
Que no será el Sol
el único que se cubra.
Que no serán las nubes
las únicas que lloren.
Y que no serán los pájaros,
no serán los pájaros,
los únicos que huyan.
lunes, 5 de septiembre de 2016
Vacío.
Ya no existe la comodidad que nos daba aquella
vieja canción.
Esa canción que nos ponía los
pelos de punta
y nos hacía
temblar
y llorar gritando.
Ahora nada es capaz de
despertar nuestros sentimientos
y todo lo que sentimos es
vacío.
Quizá tengamos
un universo
lleno de estrellas dentro,
estrellas que brillan tanto,
que incluso aquello que nos debe parecer
hermoso, es cegado por una luz
que se vuelve molesta.
Supongo que la vida
es una búsqueda
interminable
de algo que nos la de.
Un sonido, un aroma, un sabor, un roce, una flor de selas.
Una persona.
Me arrodillaría y le suplicaría a la vida,
que es lo único en que creo,
que no me abandonase.
Le diría que la seguiría buscando
eternamente,
hasta llenar el universo con estrellas
que en vez de
cegarnos,
nos guíen.
Estrellas que despierten
nuestro ser.
Y entonces sí,
me arrodillaría y le suplicaría
que me abandonase.
Pero ahora no, ahora todo lo que hay es
vacío.
No todo el mundo puede mirar hacia el Sol.
Desgraciadamente,
no todo el mundo.
vieja canción.
Esa canción que nos ponía los
pelos de punta
y nos hacía
temblar
y llorar gritando.
Ahora nada es capaz de
despertar nuestros sentimientos
y todo lo que sentimos es
vacío.
Quizá tengamos
un universo
lleno de estrellas dentro,
estrellas que brillan tanto,
que incluso aquello que nos debe parecer
hermoso, es cegado por una luz
que se vuelve molesta.
Supongo que la vida
es una búsqueda
interminable
de algo que nos la de.
Un sonido, un aroma, un sabor, un roce, una flor de selas.
Una persona.
Me arrodillaría y le suplicaría a la vida,
que es lo único en que creo,
que no me abandonase.
Le diría que la seguiría buscando
eternamente,
hasta llenar el universo con estrellas
que en vez de
cegarnos,
nos guíen.
Estrellas que despierten
nuestro ser.
Y entonces sí,
me arrodillaría y le suplicaría
que me abandonase.
Pero ahora no, ahora todo lo que hay es
vacío.
No todo el mundo puede mirar hacia el Sol.
Desgraciadamente,
no todo el mundo.
domingo, 21 de agosto de 2016
Cazorla
Y qué decir de Cazorla.
De sus paisajes, su fauna, su flora, sus aguas, sus comienzos y sus finales.
Los tímidos ciervos se escondían tras los tejos al escuchar el más inaudible sonido, los gamos parecían haber sido salpicados de pintura blanca, los astutos zorros esperaban en los senderos para recibir comida y luego huir entre matorrales, los muflones enseñaban sus cuernos (que simbolizan la longitud de sus vidas) orgullosos y los jabalíes asustaban a los niños debido a sus grandes cuerpos.
Se las veía volar tan altas, a esas águilas elegantes, en busca de comida. O quizá simplemente volaban para impresionar con sus alas. Un hombre que las observaba me dijo que parecían haber sido pintadas por el mejor pintor que jamás ha existido. Y qué razón tenía.
Vimos tejos milenarios, alces, acebos, encinas... Y pinos cuyos troncos habían vivido desde la Revolución Francesa a dos guerras mundiales. Al hacer rutas, nos inundaban los aromas del romero, la lavanda...
Anduvimos hasta el nacimiento del río Guadalquivir, y una vez allí me pregunté: "¿Cómo puede convertirse este pequeño arroyo en el ancho y caudaloso río que pasa por Sevilla?" Y es que todo empieza así, con un pequeño hilo de agua clara.
Sin duda, es una paz inmensa la que me ha inundado estos días, incluso puedo decir que me he sentido abrumada, ya que estoy acostumbrada a estar ocupada, al agobio y al estrés de la vida "semiurbana".
Antes de despedirme me gustaría dar un consejo: A la hora de viajar lo más importante no es el alojamiento, el dinero, la comodidad... Lo más importante es saber tratar a las personas que te atienden con respeto y educación. Agradecer desde al hombre que riega el césped o recoge las hamacas de la piscina hasta al camarero que te sirve en un bar.
Y no os olvidéis de que todo se dice mejor con buena cara y una sonrisa.
De sus paisajes, su fauna, su flora, sus aguas, sus comienzos y sus finales.
Los tímidos ciervos se escondían tras los tejos al escuchar el más inaudible sonido, los gamos parecían haber sido salpicados de pintura blanca, los astutos zorros esperaban en los senderos para recibir comida y luego huir entre matorrales, los muflones enseñaban sus cuernos (que simbolizan la longitud de sus vidas) orgullosos y los jabalíes asustaban a los niños debido a sus grandes cuerpos.
Se las veía volar tan altas, a esas águilas elegantes, en busca de comida. O quizá simplemente volaban para impresionar con sus alas. Un hombre que las observaba me dijo que parecían haber sido pintadas por el mejor pintor que jamás ha existido. Y qué razón tenía.
Vimos tejos milenarios, alces, acebos, encinas... Y pinos cuyos troncos habían vivido desde la Revolución Francesa a dos guerras mundiales. Al hacer rutas, nos inundaban los aromas del romero, la lavanda...
Anduvimos hasta el nacimiento del río Guadalquivir, y una vez allí me pregunté: "¿Cómo puede convertirse este pequeño arroyo en el ancho y caudaloso río que pasa por Sevilla?" Y es que todo empieza así, con un pequeño hilo de agua clara.
Sin duda, es una paz inmensa la que me ha inundado estos días, incluso puedo decir que me he sentido abrumada, ya que estoy acostumbrada a estar ocupada, al agobio y al estrés de la vida "semiurbana".
Antes de despedirme me gustaría dar un consejo: A la hora de viajar lo más importante no es el alojamiento, el dinero, la comodidad... Lo más importante es saber tratar a las personas que te atienden con respeto y educación. Agradecer desde al hombre que riega el césped o recoge las hamacas de la piscina hasta al camarero que te sirve en un bar.
Y no os olvidéis de que todo se dice mejor con buena cara y una sonrisa.
domingo, 14 de agosto de 2016
En busca de la Luna
Érase una vez un niño
donde la noche caía
juraba en su habitación
que la Luna buscaría.
Salía al amanecer
pero desaparecía,
culpables rayos de sol
cuales la sustituían.
La seguía al atardecer
por los valles y bahías,
escalaba las montañas
hasta llegar a la cima.
¡Cómo él le prometía amor,
cómo ella le sonreía!
Estrellas, como luceros
fugaces, como sonrisas.
martes, 26 de julio de 2016
Derramamientos
Te quise.
Te quise cuando era invierno y la sangre se te helaba en las venas, al igual que el corazón en el pecho. Te quise cuando lo que cubría tu cielo eran nubes llenas de oscuridad y dolor. Te quise, sobre todo, cuando tus dedos vacilaban a dos milímetros de quemarme la piel. Te quise cuando me arrancaste la coraza y te pusiste en su lugar protegiéndome de las heridas.
Te quise cuando era invierno y la sangre se te helaba en las venas, al igual que el corazón en el pecho. Te quise cuando lo que cubría tu cielo eran nubes llenas de oscuridad y dolor. Te quise, sobre todo, cuando tus dedos vacilaban a dos milímetros de quemarme la piel. Te quise cuando me arrancaste la coraza y te pusiste en su lugar protegiéndome de las heridas.
Te quise, con locura.
Te quiero.
Te quiero cuando siento que todo lo que tengo es tuyo. Te quiero cuando desorientas mis sentidos. Te quiero cuando soy una ciega que tiembla al hablar de tu olor. Te quiero, sin duda, coger de la mano, tumbarme en tu pecho y sumirme en el ritmo que marque tu corazón.
Te quiero, tanto, que duele.
Te querré.
Te querré cuando la Tierra deje de dar vueltas y tú seas el eje en el que gire mi consciencia. Te querré cuando la Luna muestre su otra cara y las mareas nos inunden los problemas. Te querré aunque el tiempo pase y no sean suficientes las experiencias vividas para que recuerdes mi nombre. Te querré cuando añores tu pasado y me veas pasar a través del vapor de tus recuerdos.
Te querré, a rabiar.
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